sábado, 30 de enero de 2010

El Eclipse:

R. subió a un micro con los walkman encendidos. Los auriculares le susurraban a los oídos: "Marcos amanece y el sol de las nueve le besa los ojos, le lava la cara/ y más allá del río y de los puentes/ se encienden los ojos de la otra mirada...".
Su mayor miedo, por entonces era quedar atrapado en los desquiciantes ciclos de la Argentina, algo que le resultaba intolerable. Brasil se le presentaba como la más tentadora de las huídas.
Atrás quedaba Ana Inés, con un arrugado telegrama en las manos, aquel en que se le anunciaba que quedaría sola.
G. tratando de arrancarle a R. la promesa de que pasaría por Rosario antes de radicarse en Brasil, tratando de tocar sus sentimientos, de generar una tregua ya que no deseaba despedirse en esos términos , tan cargados de tensiones. Aún sabiendo de antemano que R. no escuchaba, que su cabeza estaba en otra frecuencia, enfrascado en la canción... como si los auriculares fueran en si mismos un sinónimo de despegue.
"Y ya no hay dudas de que es tarde/ van solos por las calles/ con sus manos vacías...".

jueves, 28 de enero de 2010

Encuentro Radioactivo:

Este viaje a Buenos Aires sería muy significativo. Obviamente que G. no lo sabía entonces, como asi tampoco lo supieron los otros participes de ceremonia. No quiero decir con esto que sus acciones hallan sido especiales, sino más bien: lo que grupalmente vivenciarían entonces estaría teñido por profundas consecuencias.

Allí estuvieron reunidos -además de los anfitriones- y en calidad de invitados: R. , G. y Ana Inés. Y si en un momento de estas memorias dije que al nombrar a Fer o Cris había que agarrarse fuerte, lo que significaban por entonces los tres visitantes juntos, era entrar sin brujula ni linterna a un ojo de tormenta poderosa.

Ana Inés estaba allí deseando irse a Brasil con R. Ella paraba en un hotel sobre avenída Rivadavia próximo a la intercepción con la Panamericana, en el barrio de Liniers, pero pasaba larguísimas horas junto al grupo en casa de Fer.
R. buscaba escapar hacia brasil, pero sin Ana (cuando la posibilidad de retornar a Nueva York había fracasado definitivamente).
G. a un paso de Rosario y sobrando en la disputa pero sin querer quedar afuera del momento.
Fer y Cris enfermos de hepatitis, volados como siempre, en su bunker sin horarios, piloteando la nave.

Entre discos de Police, noches al palo de reflejos espejados, risas y tensiones extremas, trancurrieron esos días, sellando un encuentro que transmutó en radioactivo.
Esa escalada rasante, llevó a G. hacia la casa de Nino, en Rosario. Donde luego de un cálido primer tiempo sobrevendría la enfermedad.