domingo, 23 de mayo de 2010

Extraños barrios:

- "Poco a poco,en forma clandestina y logrando vencer las dificultades gracias al accionar de un ángel aliado llamado Don Pelle, la intensidad de esa correspondencia se hizo frenética. Y no exagero un ápice al decir que en cada una de esas cartas cabía un mundo.

En aquellos tiempos supimos solidificar las bases de nuestro entendimiénto, sopesando los hechos y cada impulso.
Así fue cobrando forma aquello que nos llevaba una vez más a fundirnos uno en el espíritu y sangre del otro.
Una comunión que nos sacaba de cualquier amarga sensación de estar separados, desarraigados del resto de la existencia.

La experiencia del acto creacional (al igual que en el amor) es precipitarse enteramente en la sustancia de que está compuesta la única posible relevancia de la vida...

Con la caída del sol, mis ojos quedan embriagados. Me sumerjo gustoso en la compañía de la música, que hace de banda de sonído de aquellos tonos grises y naranjas absolutos, en que ha transmutado el cielo.
En mi sentimiénto ya no hay dentro y fuera,las diferencias desaparecen...
Mis ojos se funden en un paisaje sagrado.


"- Luego de regalarme ese bello tiempo eternizado, retorno a mi cuerpo, que se reconcentra. Búsca contácto con lo más hondo de sí mismo.
Recorro cada una de las posibilidades, abriéndo nuevas alternativas"-.

-"Repasando el día de hoy: por la tarde,anduve caminando por barrios desconocidos, con el sol y el viento arremolinando las hojas doradas del otoño, que se precipita rápidamente sobre nuestro paisaje cotidiano...

Ahora pasan dos palomas al filo de mi ventana del octavo piso. Con ellas me hago testigo de esta noche, que se expande con su mejor fragancia.
-¡Te estoy esperando noche silenciosa!, entregaré mi corazón, en sacrificio a tu luna"-.

Definitiva caída del sol.
Las tonalidades naranjas, ya opacadas, transmutan en violetas.
Mi sentimiento se abre, como un abaníco se despliega en manos delicadas: mi sensibilidad incubada, mi afecto en cuarentena.

Soy un hombre con sus canales obstruídos: entonces me drago -construyo puertos en ríos vírgenes- mientras pasa la draga por mis sentidos.

Tallado en el papel:

-" En esta empresa de rehacerme estoy construyendo un mundo en el que debo acomodar aún muchas cosas, transcribiéndo a la libreta de fuego todos aquello sucesos, en el afán de esclarecerlos, saberlos al fín superados.
Hacer de los aciertos el alimento vital, moldeándolos como arcilla, donde la creatividad, la poesía y el amor, potencien una fuerza desde la que la verdad pueda ser engendrada y encarnada"-.

-" Incluso atravesando terrenos puramente fantásticos, si desde allí los seres y los objetos logran comunicarme, influír en mi estado sensitivo. Todos los métodos son permitidos si han de llevarme al esclarecimiento.
Estoy hablado de lo natural, lo simple, lo sencillo, y de la pasión creacional como el más audaz de los vuelos mentales y espirituales"-.

-" Una insospechada expresión yace enquistada en lo más profundo de la psíquis humana, expresión que puede hacerse mayúscula, total y absoluta, si éste logra deshacerse de sus fantasmas"-.

-" No es posible crear en términos menores: se crea totalmente, con pasión.
Se apuntala todo al espiral que recorra todo el interior del alma.
Pues precisamos (¡Sí Precisamos!) esa nueva voz.
Y ésta, sin dudas, se irá fortaleciéndo naturalmente, al mismo paso que lo vaya haciéndo nuestra comunicación, espacio donde se conjuga el territorio común de símbolos, que apenas nosotros podemos develar"-.

Estas palabras viajaban talladas en el papel y también en el alma, era parte de la correspondencia febril entre G. y R.
Un ritual impostergable, viajando desde el edificio Bertosis hasta Frankfurt en Alemania.

sábado, 22 de mayo de 2010

El placer de estar sólo:

Se aplacan los pasos en mi interior.
No puedo dejar de observar una extensa visión de aguados -nubes en el cielo- contenidos en el marco de mi ventana.
Escribo sobre hojas cargadas de sol repentino que fulmina y estalla entre mis brazos, hace de avenida entre mis manos y mis pensamientos -convirtiéndolos en lenguaje-.

El placer de estar sólo se va haciéndo intenso - he puesto un incienso y disfruto del aroma del ámbar, con los ojos cerrados.
Una extraña sensación me hace volver a abrirlos, justo cuando el sol queda oculto entre las nubes.
Transcurren mis días sobre esta calma, de silenciosa soledad y vacaciones del habla...

Renunciando a los seres, he iniciado un contácto más intenso con los animales y las cosas.
El más primitivo de los contáctos que puede buscar un hombre, que quiere rehacerse.

Leía en las primeras horas de la tarde, cuando escuché los ladridos de un perro retumbando entre los edificios. Esa aparición me sorprendió, el surgimiento de su presencia fue repentino.Potentes ladridos llegando hasta mi cuarto, en el Bertosis.
Se me ocurrió que aquél podía ser un mensaje que debía yo descifrar.
Mi reacción fue buscar en mi memoria una posible ubicación en el vecindario, desde la que pudiesen provenir los ladridos.
En ese proceso de búsqueda -con mi vista- llegué hasta una pequeña terraza, en uno de los edificios sobre la vereda par. Y algo magico sucedió.
Acabé por descubrir su morada. Inmediatamente éste dejó de ladrar.

Me levanté, trepé sobre mi escritorio, apoyado en el marco de la ventana y constaté claramente su presencia: era un enorme perro ovejero, él también mirando hacia mi ventana.
Poco después volvió con sus ladridos,como advertencia a mis intrusos pensamientos. En defensa de su territorio.

Al fin de cuentas, establecí contácto con ese animal y pude (posteriormente) conocer muchas más cosas de él.
Incluso en las soleadas tardes de otoño, continuaríamos con este ritual.
Esta elemental conexión iba marcando el pulso de mis días.

Yo que había elegido alejarme de todo lo que pudiera precipitarme en la confusión, ingresaba de lleno a un frecuencia pura y positiva: me hacía cada vez más amigo de la naturaleza.
También me visitaba por las tardes una paloma, yo dejaba la ventana de mi cuarto abierta y se posaba en el marco. Desde el escritorio, con voz pausada y tenue yo leía poemas para ella, que permanecía inmóvil.
Al final de la lectura solía premiarla con un bocado de manzana.

Los libros constituían el más cristalino de los oasis,leídos, pensados, releídos...
Planetas intercomunicados de una biblioteca en constánte movimiénto.
Hojas marcadas, soñadas, citas oportunas, reflejos y reflexiones (un universo entero en letras impresas).

Por último las plantas: quienes requerían la más sutíl de las comunicaciones posibles, receptivas por naturaleza y generosas como ningún otro ser sabe serlo.

Al fin y al cabo G. ya había armado un mundo a su medida.
Mundo de silencios y reflexiones.

jueves, 20 de mayo de 2010

En estado de erupción...

Una vez más, como en el verano anterior, G. repetiría sus ciclos laborales en Necochea.
Seguía el ritmo de sus lecturas, la conexión con la música que transportaba en su walkman a todas partes,disfrutando de ese cómodo horario que el hotel le requería, en su función de camarero.

La partida tenía sus pro y contras: una de ellas -que el trabajo temporario era sin francos- por lo que hacerse una escapada veraniega para estar una noche con los amigos era algo imposible...
Lo que resultaba positivo era ese contácto con la naturaleza, los paseos por los médanos, un amanecer en la orilla, las siesta en el bosque. El morral repleto.

M.continuaba su estadía en La Felíz, y esto significaba un abrupto cambio de escena, ya que se desactivaba la sociedad "vamoenesa", al menos en lo momentáneo.
Por otra parte, la casa de Parque Luro estaba alquilada por la temporada (aunque permanecía vigente el recurso del depto de M.).

Las tardes en el bosque eran un plan recurrente, es que sentir la brisa fresca del mar desflecar la punta de los pinos, el tranquilo aleteo de los pájaros, el juego de luz entre el follaje, todo ese conjunto de elementos proporcionaban un microclima esencial para la lectura y el reposo.

G. inició allí mismo la escritura (de momento manuscrita) de la correspondencia que por tres largos años despacharía hacia hacia Frankfurt.
Las esperas entre carta y carta era de unos cuántos días, que podían llevar de 7 a 12días, aproximadamente.

Ese proceso de transporte tan lento, permitía entonces madurar largamente las ideas,
como así también el ejercicio de una meditada relectura de las respuestas.
En ese lapso, las palabras incubaban dentro del sobre.

El bósque permitía eso: iniciar un viaje místico, ascético y comprometido con su esencialidad.
El año '86 traería otro cambio radical: G. decidiría vivir en Necochea por el resto del año y esta decisión se fundaba en dos aspectos: el más práctico de todos, que la casa Cardiel sería alquilada anualmente, la otra: quedarse con el bósque.
Adentrarse entre los árboles, llegar a los sitios más recónditos.

Las cartas maduraban como frutas zurcando el mar para caer en las afiebradas manos de R. y G. , provocaban lava volcánica, transmutaban en creatividad, indagación, búsqueda esencial y entrega del alma.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Uno es a la larga, sus circunstancias:

Aquella carta de un instánte a otro reveló toda su crudeza: R. estaba pasando un durísimo momento, posiblemente el más difícil de su vida.
Habían transcurrido algunos meses sin noticias, desde su partida abrupta a Brasil los guíneos entre ambos fueron pocos, aunque lo suficientemente certeros, como para mantener la esperanza de que ésta hermandad de almas no se había quebrado.

La carta recibida, lo ponía ahora en un sitio más inabordable, al menos así sonaba en la cabeza de G. al recibir ese impácto (jamás soñado).
Por suerte estaba allí presente M. para ayudarlo a sobreponerse a semejante situación.

G. debió comunicar los acontecimiéntos a dos personas muy especiales: una de ellas era Ana Inés, la otra Chepito.
A Chepi recordaba claramente cómo y dónde le dió la terrible noticia: fué en la casa de la calle Cardiel, en el desván del fondo, que era una especie de sitio de usos múltiples. En presencia de M. ellos dos lloraron abrazados.

Solicitarle a Ana Inés que le escribiese una carta, o al menos unas cuantas palabras alentadoras, fué distinto. Pues continuaba inmersa en la decepción, sin poder sobreponerse a ese sentimiénto. Ella nunca más volvió a escribirle a R.

De todas formas G. y Ana caminaron juntos hasta las oficinas del Correo Argentino, sobre la avenída Luro, vió cómo su amigo plegaba la misiva, pasaba la punta de su lengua sobre el pegamento, despachaba el sobre... sus ojos estaban nublados,y un desgano potencial se iba apoderando de su cuerpo y de sus facciones.

Aquella era apenas una carta urgente, breve y aturdida -sin mucho cuidado de las formas- pero allí prometía a su amigo lo indispensable: estaría a su lado día y noche, y de ser necesario lo acompañaría al fondo del abismo para obligarle a levantarse y escalarlo.


Cuando G. partió a Rosario incubando la Hepatitis, sin saberlo...
Cuando R. escapó a Brasil sofocado por la presión de Ana y de su propia familia, en su anhelo de regresar a los Estados Unídos...
Nadie pensó (ni por un instánte) que algo verdaderamente grave pudiera llegar a ocurrir.

Mientras G. estuvo postrado en la cama en aquella humilde piecita de Fisherton, R. estuvo encandilado por el lujo y la veloz vida de Río de Janeiro.
Cuando G. pintaba sus Vincents y Modiglianis, R. realizaba viajes clandestinos por Sudamérica.
Claro que esto les ocurría en forma separada, sin mensajes ni cartas entre ellos que pudieran dar cuenta de tales acontecimiéntos. Por eso, cuando llegó la primera carta Alemana, más allá de toda desgracia y del gran dolor que ésta provocó, G. supo también que el corazón de su amigo volvía a romper el hielo.

Esa carta desde Europa, produjo por unos breves segundos (mientras pasaba de manos del cartero a las de G.) una gran sorpresa: Si R. había logrado viajar a Europa -a causa de la imposibilidad de hacerlo a la USA- era el primero de sus amigos que lograba ingresar en ese espacio soñado y fuertemente idealizado intelectualmente por todo el grupo. Aunque a la vez,esta situación agrandaba la distancia, lo que quebraba todo deseo de reencuentro inmediato.

R. había escrito a G.
Volvía a necesitar la palabra de su amigo.
En algunos aspectos la incertidumbre se diluía y parecía que el destino volvía a darle una tregua. Eso alivianaba aquella angústia generada cuando se incendió Roma.

Claro que al abrir el sobre y leer el contenido de la misma, todas esas conjeturas se entremezclaron con la crudeza de saberlo prisionero -tan lejos de su alcance- y tan herido, pidiéndole desesperadamente lo único que resultaba factible entonces: su presencia hecha poesía.

Por aquellos días G. estaba leyendo "El Aleph", de Jorge Luis Borges, allí encontró una analogía, un mensaje oculto que su amigo era capaz de descifrar:

"La carcel es profunda, su forma es la de un hemisferio casi perfecto..."

"He perdído la cifra de los años que llazgo en las tinieblas...",

(Aquel relato que habla sobre la escritura de Dios en la piel de un tigre).

"Un hombre se confunde gradualmente, con la firma de su destino. Un hombre es, a la larga,sus circunstancias".


Aún en la oscuridad, aún en la encrucijada, uno podía hallar allí un poderoso mensaje oculto.
G. pedía a su amigo que actuase como un guerrero.
Siendo plenamente consciente de la enorme proeza que ello significaría.
Conocía sin embargo el alma de su amigo, y estaba decidido a acompañarlo.

martes, 18 de mayo de 2010

La llegada del cartero:

Fue esa misma madrugada que la conexión y el entendimiento creció enormente. Habían permanecido largas horas escuchando cintas, la música era un tema de conversación inagotable. Uno puede realmente identificarse con grupos, discos claves que marcaron épocas, charlar sobre las letras de aquellas canciones que significan momentos sensibles e inolvidables...
Planeaban un largo viaje, bebiéndo placenteramente.
M. había quedado fascinado con los relatos que G. le proporcionara de su viaje a La Paz junto a Ana Inés y estaba entusiasmadísimo con una aventura similar.
Mirando por el balcón hacia la calle, ellos bailaban los temas de Brothers in Arms, que apenas había salido al mercado discográfico y ya era disco furor, con un primer puesto entre los videoclips de la MTV.
Bebíendo gin-tonics e imaginando aventuras cada vez más grandes se sentían realmente a gusto, pues todo era posible si se lo proponían, o al menos eso era lo que sentían entonces.

Posteriormente, hacia la madrugada M. comenzó a levantar fiebre y su temperatura se elevó preocupantemente. G. ofició como enfermero, estándo alerta toda la noche sobre la evolución de su amigo.
Contado a la distancia, uno quizá no toma real dimensión de lo potentes que eran esos días: pensemos que unas horas antes habían ido hasta la heladería, pasado por la secuencia de la policía, regresado sanos y salvos al departamento, y allí continuado con los planes, viajando imaginariamente por Bolivia y Brasil...
la noche pasó sin sobresaltos, la fiebre fue cediendo, y al fín de cuentas G. resultó un excelente profesional de la salud, aún en el estado en que se hallaba.
Ambos reían en horas del desayuno, sabiéndo que esa complicidad giraba ya sobre ruedas de acero.

Tan rápidamente como irrumpió la amistad fueron pasando los meses de primavera y repentinamente cerraba como telón de fondo el año 1985.
una vez más G. partiría hacia Necochea para trabajar durante la temporada veraniega.
Pero antes de partir, llegó a la casa de la calle Cardiel una carta inesperada, proveniente de Alemania.

Ese mediodía G. y M. estaban sentados en el umbral de la vereda del chalet de Parque Luro.
Desde allí vieron llegar al cartero.
Las letras redondeadas de su amigo R. eran inconfundibles, y él era capaz de reconocerlas a veinte metros de distancia. Lo que le llamaba poderosamente la atención eran las estampillas.
Que R. estuviese en Europa era toda una sorpresa, ya que el último paradero que le conocía era Cabo Frío.

lunes, 17 de mayo de 2010

Como peces en el agua:

Tan fácil y simplemente como suelen ocurrir algunas cosas, así fué como M. se acostumbró a sus nuevas perspectivas. Estaba nuevamente en la ciudad que tánto quería, divirtiéndose a lo grande en maratónicas e increíbles veladas.

Había desembarcado con su música, ideal telón de fondo para estas largas jornadas primaverales. Al igual que este grupo de nuevos amigos - él y ellos melómanos empedernidos- amantes del rock a ciencia cierta.

Como peces en el agua M. Y G. transitaron esta nueva epopeya, no hubo fechas sin trayectos, ni noches sin cometidos.

¿Cómo y cuándo una persona se acostumbra a otra?, ¿ cómo y bajo que circuntancias uno se pega al otro tan velozmente?.
¿Qué es lo que hace que en un momento dado el otro adquiera un peso específico en nuestro ser?.
Justo en el exácto momento que el brillo de los ojos encuentra en la mirada del otro una correspondencia y desde entonces ciertas cosas quedan sobreentendidas: llegó el día que esa armonía inundó la casa.

Una anécdota significativa vino a la mente de G.
Una de aquellas noches que estaban ambos en aquel departamento céntrico, alquilado por M. Hacía mucho calor y estaban inquietos.

Salieron a la calle, en la que apenas corría una brisa(era pleno mes de diciembre). Por el centro caminaron entre un río de gente.
Deciden tomar un helado en la famosa "Catalino´s" (una de esas heladerías marplatenses para el recuerdo, con sus enormes cucuruchos sumergidos en chocolate).
Habiéndo una gran cola de personas en espera de ser atendidos, ambos salen a la vereda del local, atentos al devenir de los números. Mientras tanto comienza a hacer efecto el cóctel explosivo que previamente habían ingerido.

Toman sus helados disfrutándolos, aún en medio de una marea de clientes ansiosos.
Al salir a la calle y cruzarla, un móvil policial se detiene raudamente, quebrando la placentera caminata con una chirriante frenada, comienzan la práctica de un operativo en el que ellos resultaban ser los sospechosos.
Los hacen colocar contra la pared de un hotel, con los brazos en alto y piernas separadas. Una situación por demás desmesurada y algo violenta.

Mientras los polis bajaban del móvil (al menos cuatro tipos armados con itakas), G. le desliza un comentario a M. diciéndole por lo bajo: -"No temas,déjamelos a mí. No nos pasará nada".
Obviamente fué así.
M. ya creía ciegamente en él.

Una vez zafados de la situación ( en la que M. tuviera documentos norteamericanos, había sido rápidamente aprovechado como recurso estratégico) los polis vuelven a subir al móvil y se retiran velozmente, en medio de las quejas generales del público, que comenzó a opinar en voz alta: "¡Pero que barbaridad!, ¿Cómo los van a tratar así?. ¡Que atropello!".
El mal momento trajo sin embargo una certeza: juntos ya eran invencibles.
A esa altura los hermanos Vamoenesa volaban en alfombra mágica y llegaron al departamento remando entre la multitud...