G. aún con la resaca de su enfermedad a cuestas, separado ya de Ana Inés (aunque no significara ésto no volver ya a verla más), buscaba en la quietud de la casa, junto a su olivetti y sus eternos mates amargos, la forma de generar el rapto poético liberador.
Comenzó a escribir una especie de ensayo sobre el cambio mental y cultural de la sociedad entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, le interesaba mucho la bisagra entre esos dos siglos, en especial los últimos veinte años del diecinueve y los veinte o veinticinco primeros del segundo siglo, ya que allí confluían muchos de sus artistas preferidos en varias disciplinas, especialmente literatura y pintura.
En esa búsqueda de palabras, en aquella minuciosa investigación en procura de símbolos y analogías, se deleitaba con el impresionísmo, el psicoanálisis, el cubismo, el surrealismo... una época cultural de enorme potencialidad y generadora de grandes cambios.
Así, durante el día, deambulaba por la ciudad, a G. siempre le gustó caminar, pues al hacerlo las ideas brotaban en su mente. Esas caminatas imprecisas, sin un rumbo marcado de antemano lo llevarian hacia el sitio menos pensado...
miércoles, 5 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario