sábado, 15 de mayo de 2010

Jugarretas del destino:

- "Las veces que mencioné la Plaza Mitre, planteé dos cuestiones de peso: el círculo de fumadores y los respiraderos de las bombas de agua.
Solíamos corrernos hasta allí para celebrar un ritual -depositario de una frecuencia distinguida- coloquial y placentera.
Allí se podía hablar de cualquier cosa que a uno se le viniese en mente con total libertad. Uno podía reír a sus anchas y ser cómplice de ideas descabelladas, por el sólo placer de la camaradería.

Las bombas emanaban un calorcito que en aquellas noches marplatenses -estándo todos a la intemperie- nos servían como calefacción y cómodo reducto, pues también podía uno sentarse en el pilar de los respiraderos rectangulares.

La construcción estaba en el centro de la plaza, en un sitio discreto y poco iluminado y a pesar de ser un grupo numeroso; quedábamos medianamente camouflados por la vegetación que crecía en torno a ellos.
Por otra parte, el café Dalí permanecía a unos pocos pasos, puesto que la plaza era apenas una distracción momentánea.

Pertenecer a éste grupo de bohemios resultaba algo así cómo mantener viva la vieja costumbre de los encuentros en el Petit Lion D'or. Aunque comparativamente, ya en su última expresión.

De todas formas, una de aquellas noches de cervezas y amigos, estándo aún Dante presente, al dirigirnos y emplazarnos en la ronda de humito, divisamos en las cercanías la presencia de otras personas.
De momento nada especial o particular para ser tenído en cuenta.

Pasado un rato entre amigos, en medio de las risas y divagaciones de tono existencial o artístico, desde aquellos arbustos en que anteriormente divisaramos movimiéntos, se despide una pareja muy jóven.
Luego, se acerca hacia nosotros uno de ellos, pidiéndonos autorización para sumarse a la ronda.
Su pedido fué lo suficiéntemente discreto como para que sumaramos al círculo al desconocido, sin desconfianza.
Confianza que fué creciendo con absoluta naturalidad, como para que le permitiesemos venir con nosotros hacia el bar, una vez finalizado el placentero oficio de fumar el joint.

Otra vez el destino con sus jugarretas oportunas.
Dió la casualidad que Dante conociera a esa persona de mucho tiempo atrás.
M. recién llegaba desde los Estados Unidos y hacía unos tres años que no visitaba la ciudad. Si mal no recuerdo, aquella era su primer noche en Mar del Plata.
Integrarse a nuestro grupo fué providencial para él. También lo fué para nosotros, en especial para mí...
Si al cerrar el ciclo de los brujos, yo sentía que algo se había cerrado, comenzaría ahora una etapa nueva y distinta, absolutamente inesperada"-.

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