miércoles, 19 de mayo de 2010

Uno es a la larga, sus circunstancias:

Aquella carta de un instánte a otro reveló toda su crudeza: R. estaba pasando un durísimo momento, posiblemente el más difícil de su vida.
Habían transcurrido algunos meses sin noticias, desde su partida abrupta a Brasil los guíneos entre ambos fueron pocos, aunque lo suficientemente certeros, como para mantener la esperanza de que ésta hermandad de almas no se había quebrado.

La carta recibida, lo ponía ahora en un sitio más inabordable, al menos así sonaba en la cabeza de G. al recibir ese impácto (jamás soñado).
Por suerte estaba allí presente M. para ayudarlo a sobreponerse a semejante situación.

G. debió comunicar los acontecimiéntos a dos personas muy especiales: una de ellas era Ana Inés, la otra Chepito.
A Chepi recordaba claramente cómo y dónde le dió la terrible noticia: fué en la casa de la calle Cardiel, en el desván del fondo, que era una especie de sitio de usos múltiples. En presencia de M. ellos dos lloraron abrazados.

Solicitarle a Ana Inés que le escribiese una carta, o al menos unas cuantas palabras alentadoras, fué distinto. Pues continuaba inmersa en la decepción, sin poder sobreponerse a ese sentimiénto. Ella nunca más volvió a escribirle a R.

De todas formas G. y Ana caminaron juntos hasta las oficinas del Correo Argentino, sobre la avenída Luro, vió cómo su amigo plegaba la misiva, pasaba la punta de su lengua sobre el pegamento, despachaba el sobre... sus ojos estaban nublados,y un desgano potencial se iba apoderando de su cuerpo y de sus facciones.

Aquella era apenas una carta urgente, breve y aturdida -sin mucho cuidado de las formas- pero allí prometía a su amigo lo indispensable: estaría a su lado día y noche, y de ser necesario lo acompañaría al fondo del abismo para obligarle a levantarse y escalarlo.


Cuando G. partió a Rosario incubando la Hepatitis, sin saberlo...
Cuando R. escapó a Brasil sofocado por la presión de Ana y de su propia familia, en su anhelo de regresar a los Estados Unídos...
Nadie pensó (ni por un instánte) que algo verdaderamente grave pudiera llegar a ocurrir.

Mientras G. estuvo postrado en la cama en aquella humilde piecita de Fisherton, R. estuvo encandilado por el lujo y la veloz vida de Río de Janeiro.
Cuando G. pintaba sus Vincents y Modiglianis, R. realizaba viajes clandestinos por Sudamérica.
Claro que esto les ocurría en forma separada, sin mensajes ni cartas entre ellos que pudieran dar cuenta de tales acontecimiéntos. Por eso, cuando llegó la primera carta Alemana, más allá de toda desgracia y del gran dolor que ésta provocó, G. supo también que el corazón de su amigo volvía a romper el hielo.

Esa carta desde Europa, produjo por unos breves segundos (mientras pasaba de manos del cartero a las de G.) una gran sorpresa: Si R. había logrado viajar a Europa -a causa de la imposibilidad de hacerlo a la USA- era el primero de sus amigos que lograba ingresar en ese espacio soñado y fuertemente idealizado intelectualmente por todo el grupo. Aunque a la vez,esta situación agrandaba la distancia, lo que quebraba todo deseo de reencuentro inmediato.

R. había escrito a G.
Volvía a necesitar la palabra de su amigo.
En algunos aspectos la incertidumbre se diluía y parecía que el destino volvía a darle una tregua. Eso alivianaba aquella angústia generada cuando se incendió Roma.

Claro que al abrir el sobre y leer el contenido de la misma, todas esas conjeturas se entremezclaron con la crudeza de saberlo prisionero -tan lejos de su alcance- y tan herido, pidiéndole desesperadamente lo único que resultaba factible entonces: su presencia hecha poesía.

Por aquellos días G. estaba leyendo "El Aleph", de Jorge Luis Borges, allí encontró una analogía, un mensaje oculto que su amigo era capaz de descifrar:

"La carcel es profunda, su forma es la de un hemisferio casi perfecto..."

"He perdído la cifra de los años que llazgo en las tinieblas...",

(Aquel relato que habla sobre la escritura de Dios en la piel de un tigre).

"Un hombre se confunde gradualmente, con la firma de su destino. Un hombre es, a la larga,sus circunstancias".


Aún en la oscuridad, aún en la encrucijada, uno podía hallar allí un poderoso mensaje oculto.
G. pedía a su amigo que actuase como un guerrero.
Siendo plenamente consciente de la enorme proeza que ello significaría.
Conocía sin embargo el alma de su amigo, y estaba decidido a acompañarlo.

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