martes, 11 de mayo de 2010

Bajo la tormenta:

En la habitación de al lado, durante todo ese tiempo, habían permanecido en absoluto silencio Dante y Norberto.
El tiempo que yo calculo haber estado a solas con la bruja -mientras duró la batalla psíquica- fue de unos veinte a treinta minutos, mientras tanto y durante toda la inquisición y mi prueba de fe ( mi monólogo no debe haber durado menos de diez o quince minutos) olvidé que alguién más estaba allí...

El regreso de ambos al living fue extremadamente fuera de lo común. Dante estaba pálido, y permaneció mudo, hasta que intempestivamente exclamó: ¡Me voy!, sin darme tiempo a partir junto a él.
Observándo más a fondo, descubrí que Norberto se hallaba nervioso, preocupado interiormente.
Yo que lo había conocido en su faceta de parapsicólogo y que había podído comprobar su poder mental, al momento de su lectura sobre mi Vincent rapado, notaba ahora un profundo cambio que lo volvía burdo.
Repentinamente comenzó a beber hasta terminar la botella de vino que había quedado sobre la mesa. Emborrachándose delante mío.

Seguía preguntándome: -¿qué le has hecho a mi amiga?. Dímelo, necesito saberlo-.
-Tú la dejaste mansa como un cordero, y eso no es un hecho común, menos aún conociéndola como yo la conozco-.
-Algo muy poderoso de tu parte ha ocurrido aquí y quiero que me lo detalles a fondo-.

-Pues es muy sencillo- le contesté: -ella me interrogó sobre aspectos fundamentales de mi vida y de mis convicciones,y yo simplemente le respondí-.
-Puesto que yo creo profundamente en la vida, amo apasionadamente el arte y toda expresión artística genuina, que eleve el alma del hombre.
-Creo en el amor y la amistad como un espacio sagrado en el cuál crecer y reconocerse en el otro... y considero a Jesucristo como nuestro redentor-.

-¡No lo puedo creer!, repetía una y otra vez el mentalista, y a la vez reía estrepitosamente.
-¡Vaya que resultaste bravo!, ¡quién lo hubiera dicho!. Sin embargo yo mismo lo he visto y debo dar crédito de ello. Nunca antes ví a mi amiga como hoy.
Jajaja!!!, mansa como un corderito-.

Cuando terminó de beber (cuando vació la botella), yo expresé mi deseo de retirarme. Entonces él dijo que me acompañaría hasta la calle.
La noche se manifestaba tormentosa. Una típica noche invernal,con un cielo cargado e intermitentes ráfagas de vientos costeros.
Fue entonces que Norberto me solicitó lo acompañase a caminar hasta la costa, y yo accedí a pesar de que era una hora cercana a la medianoche.

Desde su departamento hasta la playa caminamos unas ocho o diez cuadras,y bajamos a la orilla del mar, frente al edificio del hotel Provincial.
No andaba un alma por aquellas horas en aquél sitio.

Un frente de tormenta se estaba formando y pronto comenzó a lloviznar.
Norberto estaba agitado, su embriaguez se hacía cada vez más notoria, tenía muchas ganas de desahogarse, necesitaba exteriorizar su estado anímico.

Me habló de Sade y homosexualidad. Toda una teoría psicológica avalando las pulsiones sexuales desatadas y la natural inclinación de los instintos.
posesionado en su relato, con voz pastosa y cedada por el alcohol, con sus cabellos revueltos por el viento,y su piloto oscuro, que parecía querer desprenderse cuando las ráfagas le daban de lleno.
Rápidamente comenzó a lloviznar.
Un cielo cada vez más encapotado nos advertía que la furia del clima podía desatarse de un momento a otro.

-¿Pero usted creé que todos esos instintos de los que me habla, surgen por necesidades biológicas?, ¿o más bien sus causas son exclusivamente psicológicas?- le interrumpí.
Mi pregunta fue abrupta,en un tono imperante,casi censurándolo.
Siguió, por unos segundos, en defensa de su perorata. Allí yo le respondí que nuestros criterios eran distintos.

Entonces Norberto me miró a los ojos. Abotonó su impermeable, ya que la llovizna se había vuelto aún más insistente.

-No piense que estoy condenando la homosexualidad Norberto,no hay en mis palabras una condena moral. Lo que no acepto es eso del componente sádico,lo de las pulsiones desatadas como un camino de búsquedas. Para usted eso tiene una explicación instintiva, en cambio a mi me parece que allí hay un trauma.

Su estado etílico lo mostraba abatido, más viejo de lo que en realidad era. Casi una piltrafa humana.
Un hombre quebrado.
Allí mismo me despedí de él. Esperé largamente el colectivo.
Indudablemente -me dije- aquella había sido una noche agitada.

Volví a pensar en Dante. En su rostro pálido al huír de la cena de los brujos.
Cuando despertara (si es que lograba dormirme), debería localizarlo para enterarme de los motivos de su intempestiva huída de casa de Norberto.

Una vez recostado sobre mi cama, las voces de los brujos resonaban en mi mente.
Recordaba a la mujer nerviosa chasqueando sus dedos, al hombre de la mirada de águila, con sus modales taciturnos y sombríos.
Al cerrar los ojos el disco de vinilo giraba sin pausas en mi cabeza.
Sentí en mi piel el miedo de aquél instánte en que fuí abordado por las fuerzas del mal y un escalofrío me erizó la piel.
Por último visualicé a Norberto, con su rostro apesadumbrado, zurcado por las grietas de su frente, de ojeras oscuras y en estado de patética embriaguez.

Inmediatamente comenzó a tronar y una fuerte lluvia repicó sobre los techos.
El ruido monótono del agua logró adormecerme.
La lluvia, que lava toda la maldad, trajo la paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario