sábado, 1 de mayo de 2010

Sobre la alfombra, buscan sus sombras.

Pero ésta sólo sería una historia de contratiempos, si no se completase la otra mitad del relato. Aunque debo aclarar que en la vida de G. nunca nada fue simple.

Cuando uno tiene la dicha de conocer gente poderosa, cuando la vida nos sorprende,se nos manifiesta y pone en nuestros caminos seres que sacuden nuestra cosmovisión, es también predecible que habrán de quedar marcas imposibles de olvidar.

Frente a ese triste silencio -a su regreso de Rosario- caminándo con Ana Inés por veredas mojadas, se interponían muchas Anas distintas.
Aquella de la risa estertórea y cristalina, quien motorizaba las diversiones, y tantas más: filosófica, aguda,combativa, irritante, melancólica Ana.

-"Necesito volver al punto de partida de mi viaje hacia Rosario (antes de la enfermedad), en aquella habitación donde fuímos dos animales domésticos acariciándonos. Yo bordeaba el contorno de sus suaves senos blancos, pequeños senos de mujer lunar.
Besaba sus labios pausadamente ( hermosos labios de mujer espectante).
Entonces me dijo: ¿Qué es lo que callas?. Cuando miro tus ojos siento que preguntan algo, hay un inmenso interrogante depositado allí...

-No sé qué me ocurre, no podría decirtelo. Ciertas situaciones me ponen al borde del abismo.

Luego volvió a decirme: - Quédate conmigo, no te vayas. No quiero que me dejes sola.
Y mientras decía esto, subía por sus ojos una densa nube de angustia.

Sin embargo, a pesar de esa genuina ternura , era yo consciente de todo lo que se interponía entre nosotros.
Ella pedía que me quedase, pero en el fondo era obvio que no lograría convencerme de ello. Mi tren ya esperaba en el andén"-.

Mientras se acariciában, tendidos en ese lecho de soledad, G. pensaba en las vías que lo distanciarían de aquellas angustias.
Ese era el final de un pobre amor invalidado, que apenas caído entre las sabanas se convirtió en campo de batalla, para salir ambos de allí con sus cuerpos mutilados y sin pasión alguna. Más solos que nunca.

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