domingo, 2 de mayo de 2010

El incendio de Roma:

-" Nuestros miedos hacían nuestras particulares prisiones, por ello eramos incompletos o egoístas.
Ana nos devoraba o redimía, nos elevaba o destruía. Era el hada y la bruja al mismo tiempo. Creo que en algún punto sabía demasiado y se atrevia a mucho-".

R. ha incendiado Roma. Es de noche y sube a un autobus. Se aleja de las llamas y siente algo casi físico al dejar atrás el fuego que él mismo encendió.
Piensa en G.

Es una nueva despedida, como tantas otras desde que se conocieron, pero ésta más incierta que nunca.
Porque R. se va sin billete de vuelta, hacia un destino desconocido.

Sabe que su partida ha sido traumática para su amigo, como si al partir, él hubiera dejado el suelo resquebrajado y G. probablemente caería por una de esas grietas abismales.
pero más allá de aquellos cálculos, R. tenía una certeza en su corazón: su unión con G. no se quebraría. Ni entonces, ni nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario