viernes, 14 de mayo de 2010

Entre la casa Aragón y el bar Dalí:

Por decisión propia la casa de la calle cardiel fue el lugar dónde más horas pasaba G. desde el momento en que los brujos salieron de su vida.
Largas caminatas bajo los frondozos robles, tardes en la playa leyendo algún libro, nocturnas visitas a la casa del grupo aragón.
Allí mantenían profundas disquisiciones literarias, o perdían juntos las horas, volando en alfombras mágicas.

La casa Aragón era en realidad un hermoso chalet alquilado por Pablo Enrique y Dany Carreras, pero rápidamente fué dando albergue a infinidad de amigos en distintos momentos.
Allí se realizaron magníficas fiestas psicodélicas -en especial, la que dió la bienvenida al cometa Halley-.

Recuerdo que en aquella casa estuvo un tiempo como huesped Ventus, en otro momento lo hizo Ana Inés y R. sólo por nombrar algunos de los testigos de aquellos tiempos.
Esa congregación de alto voltaje estaba acompañada por los perros pastor inglés de Dany, y Frodo, el extranísimo gato blanco de Marcelo.

En principio la casa había surgido como reducto de tranquilidad, ideal para dos monjes ascetas (como pretendían serlo Pablo y Daniel), pero prontamente pasó a ser un sitio colmado de visitantes, en el que los excesos quebraron las reglas en incontables noches.

G. miraba atento su álbum de fotografías, recordándo viejas anécdotas, pensando en agradables momentos compartidos con sus amigos.
Ya había transcurrido algo más de un mes y medio desde su vuelta de Rosario, sin embargo todavía nada se había consolidado.

De su intento de novela, tan sólo los primeros garabatos.
Rondando entre un grupo y el otro -aunque con ninguno seriamente comprometido- iban pasando sus días.
Aquellos eran tiempos de búsqueda y algo estaba pronto a suceder...

G. no era precisamente un asceta.
Aunque no por ello dejaba de considerarse un buscador o un guerrero.
Le interesaban mucho las charlas con Pablo Enrique y Daniel -con los que siempre aprendía cosas de valor- descubría autores, y además podía indagar en los escritos e inquietudes creacionales de Pablo. Un volcán de ideas.

Cuándo la casa Aragón se colmaba de gente, él prefería cambiar el rumbo, y entonces la Plaza Mitre se convertía en el centro indispensable de su vida social.
Los encuentros con el joven grupo del Bar Dalí eran despreocupados, llenos de vitalidad y sobre todas las cosas, plenos de risas y borracheras.

1 comentario:

  1. Recuerda R. muchos momentos y muchos detalles de aquella casa de Aragón. Llegar de Buenos Aires, con un morral lleno de escorpiones y venenos, conocer a aquel grupo que era la quintaesencia de lo creativo, donde cada miembro te sorprendía, donde había violas eléctricas (la primera que R. tocó en su vida), coches robados, gatos, ponchos, y un reloj que no paraba nunca.
    Lo que más recuerda, sobre todo, es la figura de Pablo, aquel poeta que volaba por encima de todos y que no tenía límites. Un día Pablo hizo algo que a R. le fascinó: publicó un anuncio en donde buscaba un mecenas...y lo mejor de todo fue que alguien contestó al anuncio.
    Era un tiempo en que todo era posible.
    Todo.

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