lunes, 17 de mayo de 2010

Como peces en el agua:

Tan fácil y simplemente como suelen ocurrir algunas cosas, así fué como M. se acostumbró a sus nuevas perspectivas. Estaba nuevamente en la ciudad que tánto quería, divirtiéndose a lo grande en maratónicas e increíbles veladas.

Había desembarcado con su música, ideal telón de fondo para estas largas jornadas primaverales. Al igual que este grupo de nuevos amigos - él y ellos melómanos empedernidos- amantes del rock a ciencia cierta.

Como peces en el agua M. Y G. transitaron esta nueva epopeya, no hubo fechas sin trayectos, ni noches sin cometidos.

¿Cómo y cuándo una persona se acostumbra a otra?, ¿ cómo y bajo que circuntancias uno se pega al otro tan velozmente?.
¿Qué es lo que hace que en un momento dado el otro adquiera un peso específico en nuestro ser?.
Justo en el exácto momento que el brillo de los ojos encuentra en la mirada del otro una correspondencia y desde entonces ciertas cosas quedan sobreentendidas: llegó el día que esa armonía inundó la casa.

Una anécdota significativa vino a la mente de G.
Una de aquellas noches que estaban ambos en aquel departamento céntrico, alquilado por M. Hacía mucho calor y estaban inquietos.

Salieron a la calle, en la que apenas corría una brisa(era pleno mes de diciembre). Por el centro caminaron entre un río de gente.
Deciden tomar un helado en la famosa "Catalino´s" (una de esas heladerías marplatenses para el recuerdo, con sus enormes cucuruchos sumergidos en chocolate).
Habiéndo una gran cola de personas en espera de ser atendidos, ambos salen a la vereda del local, atentos al devenir de los números. Mientras tanto comienza a hacer efecto el cóctel explosivo que previamente habían ingerido.

Toman sus helados disfrutándolos, aún en medio de una marea de clientes ansiosos.
Al salir a la calle y cruzarla, un móvil policial se detiene raudamente, quebrando la placentera caminata con una chirriante frenada, comienzan la práctica de un operativo en el que ellos resultaban ser los sospechosos.
Los hacen colocar contra la pared de un hotel, con los brazos en alto y piernas separadas. Una situación por demás desmesurada y algo violenta.

Mientras los polis bajaban del móvil (al menos cuatro tipos armados con itakas), G. le desliza un comentario a M. diciéndole por lo bajo: -"No temas,déjamelos a mí. No nos pasará nada".
Obviamente fué así.
M. ya creía ciegamente en él.

Una vez zafados de la situación ( en la que M. tuviera documentos norteamericanos, había sido rápidamente aprovechado como recurso estratégico) los polis vuelven a subir al móvil y se retiran velozmente, en medio de las quejas generales del público, que comenzó a opinar en voz alta: "¡Pero que barbaridad!, ¿Cómo los van a tratar así?. ¡Que atropello!".
El mal momento trajo sin embargo una certeza: juntos ya eran invencibles.
A esa altura los hermanos Vamoenesa volaban en alfombra mágica y llegaron al departamento remando entre la multitud...

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