domingo, 16 de mayo de 2010

Viajes siderales:

A partir de entonces, el pequeño apartamento alquilado por M. para permanecer durante su estancia, pasó a ser un alto en el camino: ya sea,como búnker de planificaciones o para desmayarnos allí luego de esas prodigiosas borracheras en madrugadas trasnochadas.

Por su amplitud, o más bien por su tranquilidad en aquellas primeras tardes soleadas de primavera, la casa de calle cardiel, siguió marcando su preferencia.
Con la aparición de M. Dante reapareció alguna que otra tardecita, a compartir unos mates, ya sea para recostarnos sobre el cesped a tomar sol o acercándonos tras una breve caminata hasta Bahía Beach.
Allí conversabamos contemplando el oleaje, sin más finalidad que pasar el rato sin preocupación alguna.
Aún prosiguieron las veladas nocturnas en el café Dalí.

Cuándo Cardiel ganaba la parada, siempre cabía la posibilidad de acercarnos hasta la calle Aragón, transitando las zigzaguentes callecitas del barrio Constitución.
También estaba la opción de reunirnos con Toly, o en casa de los hermanos David y Javier González.Aunque ésta última opción traía el inconveniente de volver de madrugada desde el barrio Centenario hasta Parque Luro, casi siempre de a pié.

Junto a M. comenzó a sonar U2, The Cure, Bowie y Jagger en la casa. Encontramos perdido en la calle un perro setter de pelaje rojizo, al que llamamos Floyd.
Fluyó un intenso contácto con Toly y Palomo ( quién también volvía de los Estados Unídos, y había traído un maletín metálico lleno de música. A la vez que un teclado y una caja de ritmo, con los que interpretaba a Phil Collins).

Todo ese trajín (esa agenda cargada de aventuras) nos tentó a ponernos una especie de mote, que sintetizara nuestra cada día más poderosa amistad, así pasamos a ser "Vamoenesa Brothers", siempre listos y dispuestos para salir en procura de descabellados eventos.

Esos meses que transcurrieron -entre septiembre y diciembre del '85- trajeron consigo una serie de campamentos en un bosque de pinos que se formaba al costado del Camping Municipal, (sobre la ruta Once que va hacia Miramar). Aquellas playas que están a pasos de las Brusquitas.

Y si una fiesta merece ser recordada como grandiosa -algo digno de quedar registrado en la libreta-, fué la que se hiciera en casa de Pablo Enrique y Dany, aquella celebración por el paso del Cometa Halley.
Un descomunal festejo que desbordó la casa y en el que se llegó a bailar inclusive sobre las calle y en un terreno descampado, que estaba ubicado sobre la vereda de enfrente. Bebiéndo cócteles preparados en jarras psicodélicas y con gente proveniénte de todas las galaxias.

También hicimos memorables viajes, como aquél a Buenos Aires para ver el concierto en Vélez organizado por la radio "Rock and Pop" , en que se presentó Nina Hagen. Allí también vimos a Fito Páez y Los Abuelos de la Nada.

Otro concierto para no olvidar: el de Sumo, en el Chateau, teniéndolos a centímetros de nuestro alcance, sin escenario de por medio. El grupo en camisones, a unos pasos de Luca bamboleándose. Haciéndo "La rubia tarada" ,con un Petinatto a punto de hacer explotar el saxofón.
Inmensa fue nuestra sorpresa, cuando luego del concierto los encontraramos en la pizzería Los Changuitos,y pudimos saludarlos.

Los días de la enfermedad fueron eclipsados por esta nueva energía, que todo lo llenaba de alegría. Ya no hubo brujos, ni pesadillas.
"Vino un tiempo que fué hermoso y en el que fuí libre de verdad", parafraseando aquélla fantástica canción de Sui Generis, que es una especie de himno generacional.
-"Hoy recuerdo aquella etapa como la de un reverdecer que trajo la primavera, justo a tiempo y sorpresivamente"-.

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