miércoles, 12 de mayo de 2010

Servidos en bandeja de plata:

Una vez más nos hallamos en la velada de los brujos. Norberto va hacia la cocina y trae una bandeja con moluscos, sobresalen unos pulpos enormes que aún están vivos y mueven sus tentáculos.
Los invitados parecen enloquecer de placer frente al manjar expuesto en la mesa y todos se avalanzan extasiados para degustarlos...

El brujo cordillerano corta uno de los tentáculos con un filoso cuchillo y lo lleva a su boca, a medida que lo deglute ésta se llena de un tinte negruzco, que tiñe su lengua y labios. Luego esa tintura comienza a chorrearle por las comisuras, mientras todos ríen a carcajadas.

Con Dante nos miramos sorprendidos ante esa bacanal surrealista. Nos invitan a probar esos frutos asegurándonos su exquisitez.
Una vez más observo la fuente y noto que los pulpos gigantes comienzan a tomar un color incandescente.
Entonces ella -la bruja- quien pusiera la otra noche aquella música infernal, se entrelaza en lucha contra uno de los moluscos, y pareciera que éste está a punto de fagocitarla.
Norberto vuelve con una hachuela de cocina y comienza a hundir el filo en la cabeza del monstruo marino, que en rápida carrera ha atrapado también a Dante y con uno de sus tentáculos, está a punto de extrangularlo.

Con los golpes certeros del hacha, oscuros y gelatinosos tintes manchan el apartamento, los muebles y el sofá. Un olor nauseabundo lo inunda todo.
Sin embargo, los brujos ríen a rabiar, se abrazan y festejan en una especie de ritual.

Le grito a voz partida a Dante. Advirtiéndole que debemos huir de allí, pero la puerta tiene llave y no podemos hacerlo.
Desesperado miro hacia los costados, y me doy cuenta que las paredes se desdibujan, que todo gira como en un torbellino.
Entonces despierto sobresaltado, con el corazón palpitante.
Absolutamente traspirado, en mi dormitorio.

Como un autómata, me dirijo hacia el baño. Abro la canilla y metiéndome debajo del cálido chorro de agua, permanezco por diez minutos debajo de la ducha. Odiando esa horrible pesadilla que cortó abruptamente mi descanzo.
Sigo agotado, pero ya no puedo dormir.

Preparo entonces unos mates y organizo mis papeles: es probable que me ponga a escribir...

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