jueves, 31 de diciembre de 2009

Barrio de Flores:

Por distintas razones G. paraba en Flores, en casa de Fer. Decir Fer era también decir Cris. Y ya eso era bastante, había que sujetarse fuerte al pronunciar sus nombres, al hacerlo se sacudían los cimientos de la casa. Para hacerse una cabal idea se debe pensar también en un minúsculo cuarto-pasillo, en casa de los padres de Fer. Y en esa dormi-cabina microscópica se hallaba una colección de vinilos imperdibles, una guitarra, el mágico tecladito y un humo constante flotando en la habitación.

De las Comarcas al cemento en un abrir y cerrar de ojos, del silencioso bosque a los fantásticos conciertos de Fer en su club privado.
Él interpretaba a Génesis, Collins, Pink Floyd y The Police como los Dioses. Como si eso fuera poco, era también una especie de rockola humana a quien podías pedir el repertorio completo de Charly o de los Beatles.
Capaz de hacer magia con su tecladito, fascinaba con su música. Es en ese cuarto donde Fer y sus amigos practican el ritual de escuchar la radio, muy en su mundo, tirados en la cama: fanáticos del Tren Fantasma, (aquel programa radial con sugestiva música y frases históricas como: mucha arena... alrededor de la bañera),compartiendo o proyectando planes que terminaban siempre en verdaderas maratones de risotadas.
"Por alguna razón mientras escribo, resuena en mi mente la voz de Fer cantando viejos temas de Lennon.¡Que climas emotivos solía generar con su canto!". Anotó G. a un costado de sus apuntes...
"Un capítulo aparte merece su habilidad en la interpretación de las canciones de los Beatles, se podía pasar la noche entera escuchándolas, intercalando entre ellas dulces bocanadas de María y fresco jugo de naranjas o cervezas".

Cuando habían sido hechados de todos los sitios posibles a causa de aquellas descomunales reuniones de bohemia, la casa que lindaba entre flores y Liniers (geografía abstracta de prodigiosos agites), allí junto a las vías, sobre la calle Yerbal, se convirtió en un paradisíaco Oasis.
Por un único motivo no fueron hechados también de allí, y era porque un larguísimo pasillo separaba el resto de las habitaciones de ese antro. De alguna manera las risas quedaban atemperadas por la distribución de la casa. Aunque alguna vez los vecinos tiraron un zapatazo en señal de protesta.

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