G. estaba atravesando una zona de tensiones criminales y no se equivocaba al suponer que su enfermedad había germinado justamente a esa fricción mental y emocional. Un sopor concentrado lo tenía prisionero de sus sentidos.
R. más lejos que nunca había elegido un exilio que pusiera distancia entre él y todo lo que se había derrumbado.Sin embargo, poco tiempo después amanecería con extraños sintomas que le harían suponer que él tampoco escaparía a la enfermedad.Una urgente llamada telefónica a un médico amigo en Argentina comentándole cuáles eran sus síntomas hasta entonces, le devolvió la calma.
Sin embargo: ¿podría él escapar del desequilibrio espiritual?. ¿Estaba él redimido de toda culpa?.
¿Qué pasaba con Ana Inés?. En ella esta situación pesaba de otra manera. Estaba en Mar del plata, inmersa una vez más en el grupo Aragón. Profundamente disgustada con la decisión de R. quien la había dejado abandonada a su suerte y con una promesa incumplida.Estaba deprimida y rabiosa a la vez.
Los tres habían pasado por la peor de las crisis: el resquebrajamiento de sus propios Olimpos, aquel en que se resguardan las mayores ilusiones.
sábado, 6 de febrero de 2010
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