"-Aquella puerta de la que hablo está construída sobre el tramo del paseo costero, quizá corrida unos cuantos metros del epicentro exácto donde nos interceptó el guardián de la noche. No es fácil sin haber hecho una medición exhastiva decir a cuántos metros exactos del monumento a la loba Etrusca se halla dicho acceso. En parte porque la caída de la barranca hacia el mar lo dificulta, es necesario hacer un desvío a pie para utilizar la escalera o la natural depresión del terreno para bajar hacia la playa.
Lo único que importa es que la puerta incrustada en las rocas granítica podría abrirnos el acceso al claustro o a la Catedral por profundos tuneles casi en desuso.
Puedes sorprenderte como yo mismo lo estoy: aquí las fuerzas del inconsciente (con su más preciada herramienta, que es la intuición) y las fuerzas racionales ( aquellos aprendizajes hechos de pasado y presente amalgamados) se fusionan. Surgen así potencialidades gigantezcas: nuestros destinos y esencialidades podrían esclarecerse"-.
Aquí hacen falta escudos y destreza de guerreros: hay fuerzas que entran en fricción a causa del fuego desatado.
G. intuía que la única manera de comprender aquellos hechos en su totalidad era ingresando en las profundidades - no sólo en el encuadre histórico-espacial- o sea en la arqueología o en los orígenes de la ciudad; sino también en la trama anímica: en aquellas cosas que vivenció y compartió con cada uno de los seres que marcaron su corazón en aquellas jornadas.
Además: resultaba muy importante no olvidar los aspectos geográficos, el escenario donde aquellos instántes cristalizaron, y con ello estaba nombrando a las fuerzas ocultas de la tierra, los espíritus que la habitan, los hechos violentos que relatan ciertos mitos y supersticiones urbanas...
La pérfida obsesión de los instintos y pesadillas.
lunes, 23 de noviembre de 2009
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