En tinta roja podía leerse: " No es esta cualquier noche, son muchas las cosas que ella arrastra, el hecho de que aún se estire el invierno con los crónicos fríos de estos últimos días, y encima -que casi esté vacío el protector de película 100 asas-, genera en mi mente cierta incertidumbre. Claro que no es una noche cualquiera: casi tengo 25 y quince noches de ojeras azuladas".
Para G. por sobre todo, escribir era un encuentro consigo mismo. Había elegído esa soledad (apenas consigo mismo entre las paredes de la casa de parque Luro, demasiado grande y fresca en aquel instánte) con la finalidad de encontrar en ese silencio una veta por la que se colara la inspiración y abrir así el dique de contensión.
Apenas a unos días de su regreso desde Rosario -donde había intentado establecerse para estudiar antropología-. Donde lo tomara el destino con fuerza y por sorpresa.
Aunque ya se sentía en otro mundo (MDP se le representaba a siglos de aquella experiencia), de todas formas, el hecho de mencionar aquel sitio, traía a su mente aquella minúscula casita de Fisherton, en la que debió permanecer postrado, guardando cama, pidiéndo mentalmente una y otra vez (frente a los primeros síntomas) no tener hepatitis.
salía de ese angustioso recuerdo y quedaba reconcentrado en sus imagenes mentales. Pasados unos minutos retomó sus escritos y entonces tipeó:
"-¿Qué puedo yo darte más que un tiempo de inspiración, en el que me siento hecho de poesía?-"
Denso humo de Cannabis, ¿cómo no nombrarte si nací en los sesenta?.
Un libro de poemas, una radio incoherente y un cigarro más allá de la coherencia: perfectos compañeros para estar sólo. Extensa noche, en la que uno puede sentirse a gusto en casa -como resguardado en su nido-. Y afuera, la lluvia"-.
En aquellas palabras se percibía un intento: decir lo indecible, abrir el corazón y mostrarse íntimamente. Una conjunción estelar de símbolos de qué valerse, sentimientos que alimentan, palabras escogidas especialmente para nombrar la vida.
G. divisaba en su esencia un Norte, indeleble como un sello en el alma. Concentrando sus fuerzas en un punto candente desde el que escuchar su propia voz:
- "Fría noche solitaria entre mates amargos como de costumbre. (ssshhhssp!!!). Último sorbo de agua caliente subiendo por esta bombilla. Ahora que son las 11 P.M y los amnésicos estarán tocando. ¿Acaso olvidarán la letra?"-.
Esa banda de Punk-Rock tocaban esa noche en Viva María, un conocido pub sobre la costanera. Durante el transcurso del día había pensado ir pero termino no haciéndolo, para ensayar nuevos escritos en la casa de Parque Luro, a los que en tono chistoso mencionaba como su antinovela.
Supo después por comentarios de amigos que el show había culminado con una hecatombe de sillas volando de un lado a otro, luego que al cantante le sacudieran con un chopp de vidrio por la cabeza.
Agradeció a su Olivetti haberlo seducido instándolo a permanecer en la cocina de Cardiel aquella tumultuosa jornada.
domingo, 29 de noviembre de 2009
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